martes, 5 de febrero de 2013

CUATRO PASOS PARA LA INTIMIDAD MATRIMONIAL

         Al hablar en este apartado de la intimidad, queremos hacerlo desde un lado más profundo, en el que se vean involucrados los pensamientos intimos, los afectos, las emociones y los sentimiento. Por ello, se puede decir que una relación intima en la pareja, es aquella en la cual la sinceridad y la confianza se manifiestan en el círculo matrimonial. La intimidad, según Jhon Powell, está basada en cuatro pilares fundamentales. A continuación los citaremos para poder reflexionar sobre ellos.

LOS CUATRO PILARES PARA LA INTIMIDAD


1. La confianza. Esto es algo que se va adquiriendo poco a poco, y que a su vez, se debe cuidar. La lealtad y el respeto son el fundamento de la confianza. Para construir una relación basada en la confianza, se requiere tiempo. Si la confianza se ha ido perdiendo, o incluso se si se ha roto, por las mentiras o el engaño, esto requerirá de más empeño y dedicación para recuperarla.
 
2. La sinceridad. La sinceridad es algo muy importante. Se supone que los cónyuges son amigos íntimos, compartiendo los aspectos agradables y desagradables de sus respectivas personalidades.
Por otro lado, lo oculto sale tarde o temprano a la luz, y esto puede ser doloroso. Pero siempre es preferible la honestidad al engaño. Los sentimientos deben de expresarse sin reservas, no obstante, se hará con respeto y cariño.
 
3. La libertad. Es conveniente que fomentemos y favorezcamos la individualidad, sin recriminaciones. La confianza mutua genera un ambiente de libertad. Nadie debe erigirse en dueño y señor de nadie. Debe de gozarse de las posibilidades suficientes como para que se produzca el desarrollo de la propia individuaidad. Esta tiene que ser libre y sin presiones, siendo innecesario ser exigente o sospechar el uno del otro.
 
4. El tiempo. Es preciso tomar bastante tiempo para conocerse, aceptarse, de modo que la lealtad y la sinceridad se desarrollen y se fortalezcan. No existe la intimidad repentina. La aceptación y la confianza requieren tiempo.Este puede ser un buen aliado en la formación de los afectos y el amor. Por ello se debe ser muy prudente con el amor a primera vista...
 

Extraído del libro "Sin Reservas: El Arte de Comunicarse", escrito por Nancy Van Pel

lunes, 4 de febrero de 2013

NECESIDADES DISTINTAS DEL HOMBRE Y LA MUJER

          Una de las cosa más relevantes para la pareja, consiste en saber o conocer cuáles son algunas de las necesidades básicas de su cónyuge. Conocer las diferentes necesidades de cada uno, ayudará a fortalecer el vínculo matrimonial y ha hacerlo más placentero. A continuación ofreceremos una lista de necesidades distintas para la mujer y para el hombre.


LO QUE LA MUJER NECESITA

1. Cariño. Las manifestaciones de aprecio y cariño por medio de las palabras y de acciones son una autentica necesidad en la mayoría de la mujeres.
2. Conversación. Si bien el hombre puede guardar largos silencios sin importarle, la mujer necesita conversaciones llenas de chispa y de emoción.
3. Confianza. La mujer necesita que el hombre confíe en ella, que le sea sincero y no le oculte nada. Para ella, esto es fuente de estabilidad en la relación.
4. Seguridad. Aun cuando parezca una idea anticuada, la mayoría de mujeres esperan que su compañero provea y administre bien los ingresos que proporcionan seguridad y satisfacción a la familia.
5. Que él participe en la familia. La mujer necesita ver que el hogar es para él un centro importante de su vida, más importante que su trabajo y que sus amigos.


LO QUE EL HOMBRE NECESITA

1. Satisfacción sexual. Las palabras y los brazos pueden resultar suficientes para la mujer. Y esto es agradable para él, pero incompleto. El hombre necesita el acercamiento que acaba en el acto sexual.
2. Compañerismo en el ocio. Todo hombre sueña con que ella lo acompañe, participe, y se interese en su deporte o pasatiempos favorito.
3. Una mujer atractiva. El hombre necesita convivir con una mujer que se esfuerce por mantenerse bonita y responda a lo gustos estéticos de él.
4. Un hogar ordenado. A pesar d los cambios sociales en este sentido, y que muchos son los que ya por fin colaboran en el hogar, los hombres siguen anhelando una casa limpia y ordenada, en donde todo marche bien y sin alteraciones.
5. Admiración. El hombre necesita que su compañera lo admire, que reconozca sus logros profesionales o los trabajos caseros que él haga en el hogar.

Estas diferencias han sido extraidas del libro: "Para la pareja", de Julián Melgosa.

domingo, 3 de febrero de 2013

LAS CREENCIAS RELIGIOSAS Y EL MATRIMONIO

         Partiendo, como creyente, de la premisa de que el matrimonio fue instituido por Dios en el Edén, y puesto que para el cristiano el matrimonio es un compromiso a la vez con Dios y con su cónyuge, este paso deberían practicarlo sólo personas de la misma fe. La religión y la ética aparecen como valores de gran importancia en la estabilidad de las parejas. Cuando hay consenso en estas materias, los lazos interpersonales tienden a fortalecerse profundamente. Según los datos realizados en este asunto, las parejas y familias de éxito suelen contar con creencias religiosas y convicciones éticas similares. En cambio, la falta de estas puede ser la causa directa de serios y peligrosos altercados.[1]


La pareja que está marcada por diferencias éticas o morales tiene serios problemas de convivencia. Incluso la práctica de una fe religiosa distinta entre los cónyuges es un elemento aglutinante, una fuente de conflicto si la religión no es común.  En la Biblia encontramos algunos textos en referencia a lo que estamos tratando. En el libro de Amos 3:3 se formula la pregunta: “¿Andarán dos juntos, si no estuviesen de acuerdo?” También el apóstol Pablo dirá en su epístola a los corintios: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos, porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?... (2ª Cor. 6:4-16). A su vez, en las 28 doctrinas adventistas encontramos la siguiente declaración:


“Es claro que la Escritura enseña que los creyentes deben casarse únicamente con otros creyentes. Pero el principio se extiende aún más allá de esto. La verdadera unidad demanda la comunidad de creencias y prácticas. Las deferencias en experiencia religiosa conducen a diferencias en el estilo de vida, las cuales pueden crear profundas tensiones y rupturas en el matrimonio. Por esta razón, y con el fin de lograr la unidad que la Escritura requiere, los cristianos deben casarse únicamente con miembros de su propia comunión”.[2] 

La diferencia en ideales y en conducta entre los cristianos y los que no lo son, es tan grande, que establecer una relación matrimonial entre ellos puede ocasionar dificultades, sufrimientos, e incluso llegar a quebrantar los principios bíblicos del creyente.
 

Este es un tema de vital importancia y a tener en cuenta para las futuras paraje. El asunto es tan delicado que las consecuencias pueden llegar a ser desastrosas. Quienes tienen una creencia religiosa o viven una religión, necesitan buscar a un compañero o compañera que comparta sus convicciones y prácticas. Esto será primordial para el éxito conyugal, ya que las creencias religiosas llevan consigo toda una filosofía que determina el estilo de vida. No se aconsejan, por lo tanto, las uniones entre personas de distinta confesión religiosa o entre creyentes e incrédulos.



[1] MELGOSA, Julian y Annette. Op. Cit., p. 44
[2] Creencias de los Adventistas del Séptimo Día. Idaho: PPPA, 2006, p.334
 

CAPACIDAD PARA RESOLVER CONFLICTOS

            No debe sorprendernos de que surjan discrepancias en el matrimonio. A veces se producen tensiones y esto no es nada agradable, por ello muchas veces tratan de evitarse. Es vidente que todo conflicto entraña riesgos, pero si se afrontan por dos personas que se preocupan el uno del otro y se quieren, no tienen por qué ser destructivos. Discutir de modo constructivo es una forma de comunicación que toda pareja necesita aprender. El problema no radica en la discusión, sino en la forma de solucionar o resolver el conflicto. Hay que evitar, al mismo tiempo, los resentimientos.



 Según Hans Jellouschek, muchas veces podemos causar agravios al cónyuge porque lo conocemos poco, y se hacen o se dicen cosas fuera de lugar. En este caso, debe tenerse en cuenta el hecho de que el otro se ha sentido ofendido. Por otro lado, el ofendido debe de hablar con su pareja y expresarle que se ha sentido humillado por tal o cual acción, o lo que fuere. Es muy importante hablarlo, de lo contrario, si se guarda silencio, la próxima vez que ocurra lo mismo la reacción será absolutamente desproporcionada.[1]

 
Por otro lado, Valerio Albisetti dirá lo siguiente: “Reprimir los sentimientos, sean del color que sean, positivos o negativos, no es índice de salud matrimonial. Al final, la represión de los sentimientos conducirá inevitablemente a la muerte de la relación”.[2]

 
No se debe reprimir los sentimientos. La pareja debe de hablarlo todo en confianza, aunque esto puede ser desagradable. La idea consiste en dar solución a los conflictos que puedan generarse en las distintas etapas de la vida conyugal. Los siguientes pasos serían comprender al otro, reconocer los errores, pedir y conceder el perdón, reparar y valorar. Todos estos puntos no podemos tratarlos ahora uno por uno. Pero lo que se quiere dejar bien claro es que, lo importante es tratar de buscar soluciones en las que ambos ganen la batalla, aceptando con honradez la propia responsabilidad y porción de la culpa. Es así como se llega a la reconciliación de la pareja, haciendo a esta más fuerte y con la capacidad de enfrentar con éxito futuros conflictos.

 
Para concluir este apartado, simplemente añadir que la solución no consiste en confiar en que no habrá roces, desavenencias o pugnas. La solución está en saber como resolver estas situaciones. El tema es de suma importancia, pero debido a que es bastante complejo hemos tenido que simplificarlo dando solamente unas pequeñas pautas. Si no se sabe o hay carencias en este sentido, siempre será bueno pedir ayuda de algún profesional en este campo.



[1] JELLOUSCHEK, Hans. Amar para siempre. Santander: SAL TERRAE, 2012, p. 67-82
[2] ALBISETTI, Valerio. Terapia del amor conyugal. Madrid: SAN PABLO, 1995, p. 96

ESPECTATIVAS REALISTAS PARA UN MATRIMONIO DE ÉXITO

        Uno de los mayores peligros para el matrimonio lo constituyen las expectativas poco realistas. Son muchos los que piensan que el matrimonio es un estado de felicidad permanente. Pero en realidad, la felicidad es algo que se busca, se planea, y se mantiene con esfuerzo. Según Les y Leslie Parrot, existen cuatro mitos en el matrimonio que constituyen un gran peligro, especialmente para los recién casados:

a.      “Cuando nos casemos no tendremos grandes diferencias”.
b.      “Cuando nos casemos, los buenos momentos se multiplicarán”.
c.       “Cuando nos casemos, desaparecerán los malos momentos”.
d.     “Cuando nos casemos mi pareja suplirá todos mis afectos”.
Todo esto puede ocurrir, pero ni será lineal ni llegará sin esfuerzo. Ambas partes deben invertir tiempo y dedicación para cultivar el amor. Es verdad que el matrimonio pone en marcha mecanismos que ayudarán en la relación, pero no es un acto de prestidigitación que lo arregla todo.[1]
La mayoría de veces el apasionamiento que tienen los novios, el uno por el otro, es ciego e idílico, pero no realista. Esta falta de visión o de sentido común puede hundir a la pareja en una profunda decepción. Elena White comenta:
“Pocos son los que tienen opiniones correctas acerca de la relación matrimonial. Muchos parecen creer qué significa alcanzar la felicidad perfecta; pero si conocieran una cuarta parte de los sin sabores de hombres y mujeres sujetos por el voto matrimonial… En la mayoría de los casos, el matrimonio es un yugo amargo”.[2]
Por esta razón, las expectativas sobre el matrimonio deben ser realistas, aunque estas puedan ser dolorosas para ambos. Se tiene que partir de la premisa de que, hay cosas que pueden cambiar o no cambiar. En cualquier caso, si se da el paso de contraer matrimonio, será muy importante que se cultive el amor del uno por el otro para limar asperezas, al mismo tiempo que se van cambiando los defectos que puedan violentar la relación. En todos los matrimonios hay un tiempo de adaptación y ambos deben de colaborar para conseguirlo. Cada uno viene un hogar distinto. Con costumbres y hábitos diferentes que ahora chocan entre ambos. Habrá cosas que cambiar, y otras que asumir e incorporar en la nueva etapa de la pareja. La cuestión es no hacerse falsas expectativas, sino hacer una valoración objetiva, para que si se da el paso, se haga con todas las consecuencias.


[1] MELGOSA, Julian y Annette. Para la pareja. Madrid: SAFELIZ,  2004, p. 42
[2] WHITE, Elena. El Hogar Cristiano. Miami: APIA, 1959, p. 35